El heredero de Hermés que adoptó a su jardinero lo ha vuelto a hacer: su fortuna ha desaparecido antes de llegar a Qatar

La historia es tanto un drama familiar como un caso de opacidad financiera y legal que desdibuja las fronteras entre lo privado, lo institucional y lo internacional

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Nicolas Puech debería ser una de esas personas que la mayoría del planeta etiqueta como “afortunadas”. La clave la da su segundo e inconfundible apellido: Hermés. Se trata, sobre el papel, del mayor accionista privado de la firma de lujo, y hace unos meses fue protagonista por su curioso plan de sucesión: adoptar a su jardinero para convertirlo en heredero legítimo. Ocurre que, de la noche a la mañana, su fortuna se evaporó por una supuesta estafa de su administrador. A Qatar le acaba de pasar lo mismo con Puech.

El emir y un acuerdo fallido. Nicolas Puech, descendiente directo del fundador de Hermès, Thierry Hermès, encarna uno de los misterios más complejos y fascinantes del universo del lujo europeo. A sus 82 años, su figura oscila entre la opacidad y el escándalo, envuelta en litigios, contradicciones y movimientos inesperados que han puesto en entredicho no solo la magnitud de su fortuna, sino también su manejo y la veracidad de sus afirmaciones patrimoniales.

Aunque se le atribuye una participación significativa en Hermès, valorada en aproximadamente el 5 % de la empresa (lo que equivaldría a más de 15.000 millones de dólares), Puech ha mantenido discursos contradictorios. Mientras en una reciente demanda presentada en un tribunal federal en Washington D.C. se afirma que reconoció poseer ese paquete accionario y haber firmado su venta a la familia real de Catar, en otras instancias judiciales suizas ha sostenido que sus acciones desaparecieron en manos de un gestor financiero, generando una cadena de incertidumbres que rodean su verdadero nivel de control sobre la célebre casa de moda francesa.

Una fortuna en entredicho. El caso que ha vuelto a poner a Puech en el centro del escenario internacional lo inició Honor America Capital, una empresa fundada en febrero por el viceemir de Catar en Washington y respaldada por el propio emir, Tamim bin Hamad Al Thani. La compañía acusa a Puech de haber incumplido un contrato firmado el 10 de febrero de 2025, en el que se comprometía a vender más de seis millones de acciones de Hermès. Documentos incluidos en la demanda muestran que las partes discutieron el acuerdo durante meses y que el lado catarí proporcionó garantías de financiamiento directo desde el trono.

Sin embargo, pese al cierre formal del trato, Puech retrasó en dos ocasiones la transferencia de las acciones. En una carta enviada el 19 de marzo, su abogado alegó que, pese a los “mejores y repetidos esfuerzos”, su cliente era “incapaz” de acceder a sus acciones, y consideraba inútil establecer una nueva fecha de cierre. La empresa catarí exige ahora a los tribunales que obliguen a Puech a cumplir el acuerdo o, alternativamente, le compense con 1.300 millones de dólares por pérdidas, costes de oportunidad y daño reputacional.

El pasado: un rompecabezas. Como decíamos al inicio, esta no es la primera vez que Puech se ve envuelto en controversias relacionadas con su patrimonio. Como explicamos, en 2024 generó titulares tras intentar adoptar legalmente a su jardinero marroquí, un hombre de mediana edad y casado, para legarle la mitad de su fortuna, decisión que fue impugnada por una fundación benéfica creada por el propio Puech, que esperaba heredar su patrimonio.

A ello se suma su prolongado conflicto con su ex gestor financiero, a quien acusó en Suiza y luego en Francia de haberlo despojado de su participación en Hermès. Sin embargo, un tribunal suizo rechazó la acusación de fraude, señalando que Puech había cedido de forma voluntaria el control de sus activos al administrador. Con este caldo de cultivo y antecedentes, sumados a su histórica ruptura con la familia Hermès (provocada por su apoyo al magnate Bernard Arnault en su fallido intento de tomar el control de la empresa), han convertido a Puech en una figura aislada, políticamente incómoda y jurídicamente imprevisible dentro del entorno empresarial francés.

Qatar y las motivaciones. Contaba el New York Times esta semana que la familia real de Catar no es ajena al mundo del lujo internacional, obvio. A través de su fondo soberano y sus vehículos de inversión, controla participaciones relevantes en marcas, hoteles y almacenes de prestigio como Harrods y Printemps. La oportunidad de adquirir una participación del 5 % en Hermès (una de las casas más rentables y exclusivas del sector, cuya capitalización bursátil ha crecido más del 200 % en los últimos cinco años) resultaba extremadamente atractiva.

Según Eric Talley, profesor de derecho corporativo en la Universidad de Columbia, una participación de esa magnitud tendría un valor estratégico incalculable para cualquier actor del lujo global. A pesar del riesgo que suponía tratar con un personaje tan enigmático como Puech, el potencial de acceder a un pedazo del corazón de la industria francesa del lujo superaba cualquier precaución. De ahí que la demanda, además de intentar rescatar el acuerdo frustrado, también podría servir como herramienta legal para obtener derechos sobre los activos de Puech en caso de que estos resurjan en su patrimonio o se activen tras su fallecimiento.

Un laberinto legal. Más allá del contrato firmado y del interés financiero, el gran obstáculo para los cataríes parece ser la existencia misma de las acciones. Si Puech realmente no tiene acceso a ellas, el cumplimiento forzoso del contrato se vuelve mucho más que un problema. No obstante, si un juez determina que el acuerdo fue válido y vinculante, la sentencia podría otorgar al emirato una ventaja jurídica a largo plazo, en caso de que los títulos reaparezcan o sean identificables dentro del patrimonio sucesorio del heredero.

En paralelo, Puech ha reactivado su ofensiva legal en Francia contra su ex gestor, reiterando las acusaciones ya descartadas por los jueces suizos. El proceso, envuelto ahora en un nuevo velo de secretismo debido a la confidencialidad de la demanda en Estados Unidos, podría prolongarse durante años y mantener bloqueada una porción de capital cuya existencia real, titularidad y ubicación permanecen en duda.

Suponemos que tarde o temprano esta historia tendrá su reflejo en el cine: en el centro, un octogenario solitario, cuya fortuna nadie puede confirmar del todo, y cuya influencia (aunque invisible) sigue generando repercusiones globales.

Imagen | Pexels, The Presidential Press and Information Office

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