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28 días de meditación con el 'método Burkeman': por qué asumir que eres imperfecto te ayudará a progresar en la vida

El nuevo ensayo del periodista que más ha analizado la gestión del tiempo en la sociedad contemporánea es un manual basado en la asunción del patetismo y planteado en cuatro semanas. Lo que sigue es un relato de autoexploración escéptica

28 días de meditación con el 'método Burkeman': por qué asumir que eres imperfecto te ayudará a progresar en la vida
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Jamás he ido a una clase de yoga. No lo digo con pesar ni con soberbia, Hulio. Poca broma con la gente que extiende su esterilla para sentirse bien. Simplemente confieso que desconozco los secretos de la respiración 369 y que he tenido que googlear cuáles son las asanas basiquísimas. Lo más parecido a un aula de meditación que he pisado en mi vida –apenas un par de veces– fue el taller de handpan de un músico que escuché en El Retiro. En casa bromearon con mi súbita afición por un instrumento que se parece a una palangana. Pero me lo tomé bien, de verdad. Allá cada cual con sus rarezas. La mía, ésta en concreto del tamtam neojipi, duró poco en todo caso. Cuando por fin asumí que no tenía tiempo para seguir yendo al taller, busqué otro instrumento también de sonido relajante que se pudiera aprender a tocar en YouTube. Encontré un bansuri de segunda mano y, claro, lo compré. Supongo que haberle hecho poco caso en dos años puede verse en cierto modo como un ejercicio autoexploratorio.

Cuento esto porque el responsable de estas páginas pensó que un tipo al que la meditación le suena torpemente a flauta india y además observa los santuarios de la desintoxicación digital con fascinación era la cobaya perfecta para seguir un plan de cuatro semanas para encontrarle sentido a la vida, signifique eso lo que signifique [Aquí vendrían unas notas sutiles de bansuri...]. A mí me aterraba casi más tener que contarlo en primera persona, sabiendo que el reporterismo gonzo –aunque sea a propósito de algo tan blandiblú como las instrucciones de un manual– suele terminar en egoperiodismo a poco que uno se aclare la garganta de más. En fin: ok. Total, exponer en público la percepción propia es bastante menos traumático desde que Montoya echó a correr por la playa.

Meditaciones para mortales (Ed. Península) se titula la cuenta atrás de 28 días que propone Oliver Burkeman. Es un libro de autoayuda más, pero no un libro de autoayuda cualquiera (topicazo). El 99% de la literatura de crecimiento personal promete una versión mejorada de nosotros mismos y el aprovechamiento óptimo de nuestro reloj. El periodista y escritor británico, en cambio, anima a abrazar el imperfeccionismo como filosofía de vida. El mal menor frente al más mejor. Hay una montaña de guías que plantean una sucesión de pruebas heroicas para conseguir un yo indestructible, una especie de Hércules con portátil. Él, en cambio, propone el enfoque inverso: la especie humana es errática, su pretensión de domar la vida es pura fantasía y los límites que encuentra para lograr una existencia con sentido no deben ser vallas, sino pértigas. Esto último lo dice con metáforas diferentes a las de un cronista de atletismo, pero para el caso da igual.

Gurú a su pesar, Burkeman planea cuatro semanas de retiro mental a partir de 28 capítulos o reflexiones –una por día– y sin necesidad de hacer la maleta. Ni siquiera de dinamitar la rutina cotidiana. Con sus ideas-semilla de crecimiento rápido, invita a practicar la indulgencia con uno mismo o la hospitalidad descuidada, que a los guardianes de la ortodoxia protocoloria seguramente les provocará un telele. Y, sobre todo, explica que la auténtica clave para la supervivencia en 2025 está en renunciar a la hiperactividad y en alejar la tentación de querer estar al día de todo, se trate de la serie de moda, el último trapito o el buzón del correo electrónico. En otras palabras, que usted y yo viviríamos más a gusto si aceptásemos nuestras imperfecciones.

Para saber más

Burkeman, por cierto, es el periodista que más ha estudiado la obsesión contemporánea por la inasibilidad del tiempo y la eficiencia laboral. Durante casi 15 años, entre septiembre de 2006 y septiembre de 2020, publicó en The Guardian un miniensayo semanal sobre salud mental, psicología y filosofía. This Column Will Change Your Life (Esta columna cambiará tu vida) le permitió probar sistemas y tecnologías para aprovechar el tiempo sin morir en el intento. Entonces su mesa de trabajo rebosaba post-its de colorines y agendas con muchas equis. Sin embargo, como ha reconocido alguna vez, aquello sólo agravó su fijación: «Era como un alcohólico contratado como experto de vinos».

"La literatura de autoayuda a veces es demasiado agresiva o insensible. Hay gurús que dicen que vas a necesitar un campamento militar para solucionar tus problemas"

Para no ser menos que Burkeman, me despelotaré yo también un poco. Tengo 46 años, estoy casado, soy padre de un niño y una niña (8 y 5), paso en la redacción 10 horas al día, colaboro como asesor cultural en algún proyecto, acumulo libros por encima de mis posibilidades, pierdo pelo, miro poco las redes sociales, me gusta correr maratones y confío en publicar algún día el poemario que empecé a escribir antes de entrar en EL MUNDO hace casi un cuarto de siglo. Comparto todo esto en la videollamada con el autor de Meditaciones para mortales justo el día cero, recién testado su método.

¿En qué cree que me habrá podido ser útil?
Pensar en tener todas las tareas al día es una forma agotadora de vivir. Comprobar lo limitados que estamos y dejar de aspirar a un estado de omnipotencia es liberador y empoderador. Todo tiene que ver con la motivación. Yo, por ejemplo, me levanto muy temprano, como a las 5.30 de la mañana. Pero no lo hago con la sensación de tener que correr una contrarreloj. Un consejo importante y fácilmente aplicable es hacer cada semana al menos una cosa por el placer de hacerla, como un pasatiempo. Es importante asegurarse de que haya espacio para este tipo de cosas.
Hay profesionales del crecimiento personal que animan a madrugar a lo bestia, precisamente...
La literatura de autoayuda a veces es demasiado agresiva o insensible. Para mucha gente es sencillo abordar la vida con la actitud de tener un problema –de distracción o procrastinación– que tiene que ser solucionado con disciplina. Con ese enfoque, la vida se convierte en una batalla constante y vas a necesitar un campamento militar para salir adelante.

Encuentro a posteriori una reseña que dice que Meditaciones para mortales puede verse «como una carta dirigida a vagos o una rehabilitación para triunfadores exhaustos». Éste es el relato comprimido de mis 28 días de TAC psicoespiritual.

Día 1. ES PEOR DE LO QUE CREES

«Se produce un cambio psicológico importante cuando te das cuenta de que un problema que has estado abordando como si fuera muy difícil es, de hecho, imposible. Algo dentro de ti se destensa. Es el equivalente a ese momento en el que, atrapado en medio de una tormenta sin paraguas, abandonas cualquier esfuerzo inútil por no mojarte y aceptas que vas a empaparte hasta los huesos», escribe Burkeman.

La primera de las cuatro semanas de su manual consiste básicamente en recordarle al lector que, se ponga como se ponga, y estirando un poco más el símil meteorológico, se va a terminar calando. Que es un ser con caducidad y capacidades limitadas. Y ofrece una pregunta para aliviar la sensación de claustrofobia que atormenta a quienes sienten que viven para trabajar y no al revés: ¿qué podrías hacer con tu tiempo que valiera la pena?

Leo y releo el primer capítulo un martes de libranza. Voy camino de un encuentro-almuerzo de periodistas con el historiador Timothy Snyder, al que entrevisté a distancia durante el confinamiento y perseguí por mail durante medio año –sin éxito– tras la invasión rusa de Ucrania. Nunca he estado en un sarao similar. Juan Cruz saluda con familiaridad al profesor, al que una apendicitis traicionera casi manda al otro barrio.

La reflexión de Burkeman sobre la mortalidad, precisamente hoy, suena un poco a chiste gore. Snyder es el experto en Europa central y oriental que lleva dos décadas escribiendo sobre grandes atrocidades del siglo XX –el Holocausto o el terror soviético– en bestsellers como Sobre la tiranía (2017) y El camino hacia la no libertad (2018, ambos en Galaxia Gutenberg). Pienso en mi propia finitud. Un ratito, eh. La lubina, por cierto, está exquisita.

Día 7. DEJA EL FUTURO EN EL FUTURO

Gonzalo, Rodrigo, Jorge y Pablo suelen decirme que tengo ramalazos estoicos. Dudo de si es un piropo, un insulto o un sándwich mixto. No se lo tengo en cuenta, porque a lo peor tienen razón. Necesito poco para estar bien. Tiendo a lo agónico. Me estomaga la fanfarria. Y, para colmo, llevo barba de asceta.

La reflexión del día se apoya en el concepto de vulnerabilidad total ante los acontecimientos (acuñado por el psicólogo Robert Saltzman) y gira en torno a cómo el miedo a un futuro incierto priva al presente de su valor y de la posibilidad de gozo. También hace referencia a lo que se conoce como entorno de respuesta retardada, ése en el que descubrir si un peligro se concreta o no puede demorarse semanas o meses. Es la víspera del Manchester City-Real Madrid y la metáfora deportiva se dibuja como una granada de mano. Trato de ceñirme al método y neutralizar mentalmente cualquier amenaza que pueda aguardarme a la vuelta de la esquina. Después me voy a la cama.

El autor propondrá de nuevo huir de la visión prospectiva el día 22 (Deja de ser tan atento con tu yo del futuro. Sobre entrar de lleno en el espacio y el tiempo). «Si hay una sola verdad en el centro mismo de la perspectiva imperfeccionista, que abordaremos al comenzar esta semana final, es que esto, aquí y ahora, es la vida real», enfatiza. «No hay más. Este pedazo de tu limitado tiempo, el que transcurre antes de haber conseguido ponerte al día de todo, o de haber resuelto tu problema de procrastinación, o de sacarte el título, o de encontrar pareja, o de haberte jubilado, antes de que la supervivencia de la democracia o del clima haya quedado garantizada, este pedazo importa tanto como cualquier otro y posiblemente aún más que cualquier otro, porque el pasado queda atrás y el futuro aún no ha ocurrido, así que este, el de ahora mismo, es el único momento que de verdad existe». De nuevo, un canto al presentismo.

Burkeman no escribe para licenciados cum laude. A lo largo de 200 páginas, y pese a los dos ejemplos mencionados, el responsable de la newsletter quincenal The Imperfectionist evita el uso de conceptos pomposos y la jerga especializada. Lo suyo es más bien divulgación pop: como buen coleccionista de citas, lo mismo recurre a un monje tibetano que a Jerry Seinfeld, a un podcáster que a Hannah Arendt, a una coach de creatividad que a San Benito. El día 7, a todo esto, termina con un consejo de Marco Aurelio, el emperador estoico: «No te inquiete el futuro; pues irás a su encuentro, de ser preciso, con la misma razón que ahora utilizas para las cosas presentes».

Día 16. LA REGLA DE ORO INVERSA

«Ha llegado la hora de ser más amable contigo mismo. Lo sé, lo sé. A mí también me da repelús. Pero me temo que justo por eso hay que abordar el tema». El guía me lleva de la manita por la segunda semana como el gestor inmobiliario que enseña un piso. Sólo que el piso soy yo. Ya veremos si con vistas a patio de manzana.

Hay jefecillos que no se cansan de repetir que el halago debilita. Todos conocemos (al menos) uno. En realidad, ese discurso es un bumerán de mediocridad. Reflexiones para mortales se pone aquí un pelín trascendente, intenso digamos que con la mejor de las intenciones. Burkeman recomienda cultivar la autocompasión, que no es lo mismo que deslizarse en tobogán hacia el narcisismo o la arrogancia. Basta, sugiere, con tratar de cumplir lo que el filósofo Iddo Landau denomina la regla de oro inversa: no tratarse a uno mismo con la mezcla de severidad y malevolencia que no le dedicaríamos ni a nuestra némesis más detestable. Creo que nunca había escrito hasta ahora ni némesis ni detestable. Da gustito. Y tutearse con el índice no demasiado tieso, también.

Día 18. DEJA QUE LOS DEMÁS TENGAN SUS PROBLEMAS

«¿Qué diantres debe hacer uno cuando ve a alguien de su círculo más cercano con dificultades para mantenerse a flote? ¿Llamar a un socorrista? ¿Lanzar un salvavidas? ¿Tirarse directamente al agua? El periodista británico lo tiene claro: nada, del verbo estarse quieto. «Se trata de otro ámbito en el que lo mejor que puedes hacer, como ser humano mortal con un control limitado que eres, es, por lo general, no entrometerte, y dejar que las cosas sean lo que tengan que ser».

Asumir responsabilidades de otros es doble garantía de desastre, por lo que conlleva de sobrecarga emocional y psicológica, apunta desde Ámsterdam. «Sentir los problemas ajenos como propios es una violación de nuestras limitaciones. Es más útil ofrecer un hombro o una oreja que tomar la iniciativa para solucionarlos». Entendido.

Día 24. HOSPITALIDAD DESCUIDADA

Burkeman tiene niños pequeños, como yo. Y sufre si la casa está alfombrada de papelitos o cachivaches minutos antes de una visita, también como yo. Por suerte para los dos, el pastor estadounidense Jack King llegó a la conclusión hace una década de que para recibir a los amigos no hace falta tenerlo todo tan en perfecto estado de revista como en el Palacio de La Zarzuela. Según King, tengo que dejar atrás el TOC del orden y ser capaz de convivir con el caos doméstico –un váter en el que alguien no ha tirado de la cadena, un calcetín que medio asoma debajo de la cama o mi propia pila de libros pendientes al lado de la lavadora–, ya que ocultárselo precisamente a aquéllos con los que se supone que tengo más confianza es delatarme como un impostor. El sacerdote bautizó esta actitud como hospitalidad descuidada.

«La falta de pretensiones es precisamente lo que lo convierte en algo agradable y lleno de vida», añade nuestro sensei inglés. Lección aprendida: Leti y Alfredo vinieron a cenar la otra noche.

Día 25. NO SE PUEDE HACER ACOPIO DE LA VIDA

Burkeman expone lo extendida que está la tendencia a convertir experiencias memorables en estresantes. Una incapacidad para aceptar la vida en curso –o, directamente, una modalidad contemporánea de sufrimiento– que lleva a no disfrutar de una simple caminata por el campo por estar concentrado en intentar exprimir al máximo la sensación de bienestar, o prolongarla de alguna manera.

«Es también lo que ocurre cuando estás demasiado ocupado tratando de generar recuerdos de una experiencia para poder reflexionar luego sobre ella;o, peor aún, publicar imágenes en las redes sociales», enfatiza. Aquí no me pilla.

Con el empujoncito a la vida social y el sopapo anti Instagram culminaba mi viaje interior imperfectamente hacia delante. Una travesía experiencial que, lejos de presionarme para que incorpore la mentalidad de guerrero, me ha reconciliado con el patetismo cotidiano. Al fin y al cabo, como subraya el autor en su condición de storyteller impenitente, cuando surge cualquier problema se abren dos caminos: uno te permitirá pasar un buen rato –si lo solucionas– y el otro te dará material para contar una buena historia.

Pero yo prefiero ver El chip prodigioso un viernes de pizza y peli antes que someterme al enésimo egotrip. En la última década he entrevistado al gotha del crecimiento personal, el mindfulness y la gestión de expectativas: James Clear (Hábitos atómicos), Guy Standing (La política del tiempo), Amishi P. Jha (La nueva ciencia de la atención), Jenny Odell (Cómo no hacer nada y ¡Reconquista tu tiempo!), Cal Newport (Céntrate), Massimo Pagliucci (Cómo ser un estoico), Shi Heng Yi (El camino Shaolin), Martin Lindstrom (El Ministerio del Sentido Común), Catherine Wilson (Cómo ser un epicúreo. Una filosofía para la vida moderna), Emanuele Felice (Historia económica de la felicidad), Laurie Santos (La psicología y la buena vida), Ronald Purser (McMindfulness: Cómo el mindfulness se convirtió en la nueva espiritualidad capitalista), el propio Burkeman... y me dejaré a alguien. Suficiente.

Perdóneme por el cliché, pero ¿no hay ya demasiados libros de autoayuda?
Es cierto que es un fenómeno editorial gigantesco y, hasta cierto punto, reciente. Pero lo de buscar consuelo u orientación en un libro se remonta a los comienzos de la escritura, en realidad. Hasta donde sé, los filósofos de la Grecia clásica y la Antigua Roma no distinguían entre el lado terapéutico y el analítico de sus ideas. Todo pretendía ser terapéutico. La autoayuda contiene todo lo mejor y todo lo peor. Unos recurren a ella para comprender mejor lo que sucede en nuestro inconsciente o en el mundo actual. Otros lo usarán como si fuera una fórmula mágica. En cierto modo, es un poco como la religión: contiene lo mejor y lo peor de la Humanidad.

[Mi hija sufrió un episodio de convulsión febril el día 23 del método. Se quedó con los ojos en blanco y empezó a echar espumarajos por la boca como la niña de El exorcista al contacto con el agua bendita. Estuvimos en las Urgencias infantiles del Gregorio Marañón hasta las tantas. Por suerte, se quedó sólo en sustazo. El alivio mental que me dio volver a casa con ella cansada pero sana no cabe en ningún libro.]

Meditaciones para mortales. 28 días para encontrar el sentido de la vida

Editorial Península. 224 páginas. 18,90 euros. Puede comprarlo aquí